Mamá: tú sola no eres suficiente

Un mensaje que las mujeres —incluyendo las mujeres cristianas— han escuchado una y otra vez se resume en estas dos palabras: “Eres suficiente“. Los autores y oradores cristianos han estado incorporando esta frase en sermones destinados a alentar a las mujeres, especialmente a las mamás que se sienten atacadas por la culpa y plagadas por la duda. Las palabras a menudo parecen perfectamente aceptables y, quizá, empoderantes. En el peor de los casos, parece trillado pero inofensivo.

 

“Eres suficiente” es una forma bienintencionada de decir: “La vida es difícil, pero puedes con ella porque eres una mujer feroz e independiente”.

Si bien esto parece edificante, las mujeres cristianas cada vez escuchamos menos la verdad completa. El mensaje está diluyendo lentamente el evangelio. Esto puede sonarte mal, pero la verdad es que no somos suficientes. Nadie lo es. El llamado a la maternidad, y a la vida cristiana, es un llamado elevado y abrumador para todos. Ninguno de nosotros es lo suficientemente bueno, lo suficientemente amable, lo suficientemente correcto, o lo suficientemente fuerte. Y es por eso que cada una de nosotras necesita desesperadamente a Jesús en la trinchera, todos los días.

La idea de ser inadecuado no es popular en nuestra cultura que enfatiza ganarse la vida. Preferiríamos escuchar cosas bonitas que lidiar con lo que Dios dice en las Escrituras. La Biblia no está haciendo menos nuestro valor. Simplemente señala esta verdad: encontramos nuestro verdadero valor solo en Cristo. En Él somos libres para reconocer que somos defectuosos.

Cuando finalmente has puesto a los niños a dormir y todavía tienes que lavar los platos, está bien reconocer que no siempre tienes la gracia para responder bien cuando la vocecita de tu hijo grita: “¡Quiero agua!”. Ahí es cuando tú y yo tenemos la bella y liberadora opción de confesar: “Padre, simplemente no tengo lo que se necesita para esto. Te necesito a ti”. A esto se reduce: a reconocer nuestra falta de suficiencia para que Dios tenga la oportunidad de derramar sus infinitas reservas de gracia.

Dios a menudo nos permite andar por caminos que están más allá de nuestra capacidad. Cuando has estado despierta todas las noches durante una semana, alternando entre un bebé que está amamantando y un niño pequeño con gripe, entiendes lo que significa estar más allá de tu capacidad. Pero en medio de nuestro agotamiento, cuando susurramos: “No puedo, Dios. Por favor, hazte cargo”, es cuando podemos aumentar nuestra dependencia en la Persona que nunca nos fallará. Cuando Pablo y Timoteo enfrentaron situaciones que estaban más allá de su capacidad, aprendieron a no confiar en ellos mismos, “sino en Dios que resucita a los muertos” (2 Co. 1:9).

Cuando escuchamos el mantra de que somos “suficientes”, es probable que dejemos de regocijarnos en nuestra debilidad, que no celebremos nuestra pobreza de espíritu, y disminuyamos nuestra dependencia de Dios. Cuando realmente entiendo que no soy suficiente en mi propia fuerza, no trataré de profundizar en mí misma para extraer recursos. En cambio, me adentro en la Palabra de Dios y saco promesas en las que me puedo apoyar. Cuando estoy abrumada y tengo que contar hasta tres veces más de las que puedo contar, recuerdo que su poder divino me ha dado todo lo necesario para la vida y la piedad (2 Pe. 1:3). Cuando me siento aislada como madre, enterrada bajo una avalancha de toallitas húmedas, reposo en su promesa de que me ha grabado en las palmas de sus manos (Is. 49:16). Y cuando me siento arruinada como madre, no me quito la responsabilidad del pecado con dichos que apelan a mi propia gloria. Tampoco me castigo. En cambio, voy a la persona que redime mis errores y me da la gracia de continuar (Sal. 103:12).

“Tú eres suficiente” pone la responsabilidad en el “tú”. Es una idea centrada en mí, en la que se nos dice que debemos sacar nuestra así llamada fuerza interior. Pero levantarnos por nuestras fuerzas no es la forma en que cuidamos de nuestras almas. El mensaje más liberador y poderoso que necesitamos escuchar es el siguiente: Cristo en ti es más que suficiente.

John Piper le dice a las madres jóvenes: “Oren constantemente, oren, oren, oren por lo que necesiten. Así es como haces de tus días un acto de adoración. Y entonces puede que no haya en tu mente un abismo tan enorme entre atender a tu hijo y cuidar tu alma”. Debemos llevarlo todo —desde el agotamiento completo hasta la locura de criar personitas— al Señor en oración. Debemos mirar fuera de nosotras a un Dios que quiere fortalecernos y darnos descanso.

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