El Rabí no quiere que seamos perfectos, solo reales. Sin embargo, a veces nos esforzamos tanto por agradar a Dios e impresionar a los demás, decididos a ser cristianos perfectos, que nos quedamos sin energía y nos enfermamos por nuestra propia apariencia lograda y nuestra hipocresía interior. Nos deja con una sensación peligrosamente frágil, tan carentes de vida y de frutos como un árbol que se marchita en pleno invierno.
Necesitamos una transfusión divina. Aunque siempre va a cortar la madura falsedad y la improductividad de nuestra hipocresía, Él nunca aplastará las cañas magulladas de nuestras vidas destrozadas. Las ramas cortadas que deja a lo largo del camino nunca son el resultado de su disgusto sino de su poda cuidadosa.
Cubierta: rustica
Paginas:127
Medidas: 21 x 13.5