Es simplemente esto: “Mas Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él y por su llaga fuimos nosotros curados.” Isaías 53:5. Jesús llevó sobre sí el castigo que nosotros deberíamos haber tenido. Esta es la maravillosa obra que se llevó a cabo en el Calvario para que nosotros tuviéramos paz. Esa es la propiciación.
¿Quién es la propiciación?
¿Quién es el expiador? Jesucristo el justo, el abogado que tenemos para con el Padre, es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. (1 Juan 2:1-2)
Jesús no solamente consumó el acto de la expiación por nuestros pecados; sino que ahora lo conocemos como el exaltado y Cristo vivo sentado a la diestra del Padre, donde con respecto a esto dice que Él mismo “es la propiciación por nuestros pecados…” 1 Juan 2:2. Él no solamente ha expiado nuestros pecados, sino que Él mismo es la propiciación. ¡Qué garantía es esto para la salvación!
¿Cuál es el resultado de la propiciación?
Con Su propia sangre Jesús entró en el Lugar Santísimo, al cielo mismo, para ser manifestado frente al rostro de Dios por nuestra causa y para darnos eterna redención.
Lo que Jesús hizo en la tierra, Dios lo reconoció en el cielo. Allí la sangre de Cristo habla mejor que la de Abel, pues la sangre de Abel salió de la tierra, y Dios maldijo a Caín de la faz de la tierra por haber matado a su hermano. (Génesis 4:10-11) La sangre de Jesús no clama desde la tierra como lo hizo la de Abel, ya que Jesús fue al cielo mismo con Su propia sangre frente al rostro de Dios por causa nuestra. La sangre de Jesús clama desde el cielo frente al rostro de Dios, y Dios no nos maldice sobre la faz de la tierra como lo hizo con Caín, sino que es misericordioso y nos salva. Es por ello que la sangre de Jesús habla mejor que la de Abel.
Cuando Jesús anduvo en la tierra, se le fue dicho: “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” Juan 7:46. Y nosotros decimos: “¡Tampoco ninguno ha hablado en el cielo como Él lo ha hecho!” Por eso Él es el más íntegro; el que habla con nosotros en la tierra a través de Su Espíritu y con Su sangre en el cielo. ¡Qué gran consuelo y salvación tenemos!