Únicamente por la palabra de Dios

He tenido muchas pero muchas experiencias con la palabra de Dios, por eso estoy muy feliz de que puedo creer en ella. La palabra es la fuerza para hacer el bien, es un consuelo en tiempos de necesitad, es una luz en las tinieblas y ella misma nos guía a tener una visión positiva de la vida, tanto en el trabajo, como en la vida familiar y en muchas otras cosas. 

Tal como el pueblo de Israel en el desierto, así yo también tuve que aprender que no solo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Jehová (Deuteronomio 8: 3). En mi “desierto” – cuando mis sentimientos estaban por los suelos, cuando me sentía cansado y agotado y los problemas parecían no tener solución – aprendí cada vez más que el gozo, mi fortaleza y mi amor en la vida solo pueden ser sustentados por el alimento que proviene de la boca de Dios.  

Tuve una experiencia muy particular hace unos años cuando un tumor en la parte baja de mi abdomen fue descubierto. Rápidamente surgieron pensamientos de: “¿será cáncer, un tumor benigno, un tumor maligno?” Recuerdo claramente la tarde en la que estaba sentado en el hospital esperando por la operación. Las preocupaciones trataron de apoderarse de mi alma. Me di cuenta que en esta situación no bastaba, por ejemplo, con solo pensar en un versículo como el de 1 Pedro 5:7: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.”

Tenía tiempo, así que cuidadosamente me puse a leer todas las escrituras con relación a este tema de la ansiedad. (Mateo 6:25-34; Filipenses 4:4-7, etc.) Sabía muchos de estos versículos de memoria, pero, aun así, los busqué y los leí una y otra vez, lentamente, anhelando la vida que hay en esas palabras. Fue como una batalla, pero poco a poco las pesadas preocupaciones se alejaron y paz entró en mi hombre interior. Específicamente Filipenses 4:6-7 fue de gran ayuda para mí: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”

Sabía que mi vida y la de mi familia estaban en las manos de Dios. Dios solo quiere lo mejor para nosotros. Pensar así me trajo reposo y gratitud.  

Al final, los médicos sí encontraron un tumor maligno en el tejido, y necesitaba una segunda operación. Entonces, cuando surgieron pensamientos de preocupación la expresión “con acción de gracias” fue suficiente para alejarlos. Por tanto, puedo decir junto con Pablo: “No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios…” Estas palabras hacen feliz a todos los que creen en ellas. (Romanos 1:16).

Escrito por Peter Reinhardt