En el mundo actual, lleno de aflicciones y desafíos, Jesús nos ofrece una promesa reconfortante: "Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo" (Juan 16:33). Vivimos en un entorno roto y a menudo aterrador, donde las preocupaciones por la muerte, enfermedades, pobreza, y problemas familiares pueden abrumarnos. Sin embargo, al temer al Señor, encontramos una paz perfecta que no depende de nuestras circunstancias externas, sino de la obra redentora ya consumada por Cristo (Scarlet Hiltibidal “Ansiedad”). Jesús es nuestro escudo en la lucha contra la ansiedad. El temor en sí mismo no es malo cuando está correctamente dirigido hacia nuestro Padre celestial. Es el temor de las cosas equivocadas el que desencadena nuestra ansiedad. Al temer al Señor, recordamos que Él ya ha derrotado las preocupaciones que nos atormentan. La paz que buscamos se revela en la Palabra de Dios, en la oración, y en nuestra comunidad cristiana. Durante las temporadas de ansiedad, podemos buscar al Señor como nuestro refugio, roca, y torre fuerte. Nada puede llegar a nosotros sin pasar primero por Su mano soberana. Al enfrentar nuestras ansiedades, debemos recordar que somos aprobados por Dios a través de Jesús, y que nuestro valor está asegurado en Su amor inmutable. Es crucial tomar responsabilidad sobre nuestro hogar emocional, identificando y conociendo las emociones que allí habitan. Llevando cada pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo, aceptamos Su señorío sobre nuestras vidas. Al renunciar a nuestros métodos y formas humanas, permitimos que el Espíritu Santo nos capacite para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios (Karen Quiroz “Emociones sujetas a Dios”). Así, vivir bajo el señorío de Jesucristo, experimentamos la paz que Él ofrece y encontramos fortaleza para enfrentar cualquier aflicción. En Cristo, somos más que vencedores y hallamos la verdadera paz que sobrepasa todo entendimiento.