La Iglesia tiene una relación singular con Cristo, porque Él es su fundador (Mt 16:18), su Piedra principal (Ef. 2:20), su Cabeza (Ef. 1:22-23), su Esposo (2 Co.11:2, Ef. 5:25) y su Juez (Ap. 2 y 3). El Evangelio de Mateo presenta el concepto de Iglesia en 3 ocasiones (Mt 16:18; 18:17), proveniente de la palabra griega ekklesía, de ek=<<de,desde>> y klesis = <<llamado>>; la cual designa a la asamblea o congregación.
Sin duda alguna al hablar de Iglesia hablamos implícitamente de Cristo, Su Obra y el Verdadero amor que le profesa, pues se ha entregado completamente a ella. Nuestro Eterno y Soberano Dios ha establecido una asamblea de aquellos que han sido llamados por Él por medio del evangelio, fuera del mundo y del pecado, para depositar su fe en Cristo Jesús y someterse bajo Su Señorío, resultado de la obra regenerativa del Espíritu Santo, un pueblo redimido por el sacrificio de Su amado Hijo, un remanente adquirido a precio de la preciosa Sangre de Jesucristo (1 Pedro 1:18-21), establecida para alabanza de la gloria de Su gracia (Efesios 1:6,12).
Ahora bien, ser parte de esa asamblea escogida por Dios conlleva una gran responsabilidad. Pues estamos llamados a amarnos entrañablemente (1 Pedro 1:22), vivir en paz unos con otros (1 Tes 5:13), preferirnos unos a otros (Rom. 12:10), edificarnos (Rom. 14:19), aceptarnos (Rom. 12:16), amonestarnos (Rom. 15:14), preocuparnos unos por otros (1 Cor. 12:25), servirnos (Gál. 5:13), soportarnos (Ef. 4:2), ser bondadosos y compasivos unos con otros (Ef. 4:32), perdonarnos (Col. 3:13), etc.
Lo expuesto anteriormente, nos da indicio sobre el asunto que trataremos en esta meditación, nos referimos a la Iglesia; columna y baluarte de la verdad, enfatizando la disciplina eclesiástica. A pesar de no ser un tema expuesto con tanta reiteración, la Iglesia no debe ser negligente con dicho ejercicio, ya que su práctica expone su madurez o la falta de esta, permitiéndole adornarse con la belleza de la santidad de Dios o según sea su caso, menospreciarla. Precisamente es en la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, donde los miembros crecerán y cada día tendrán más parecido con Su Señor y Salvador. En términos neotestamentarios la disciplina no recae sobre una medida de castigo, sino unamuestra de amor. La disciplina dentro de la Iglesia exalta la santidad de Dios.
En Mateo 18:15-22, el autor del evangelio expone de manera secuencial e ilativo, el modus operandi de la Iglesia frente a un asunto de pecado en el que los involucrados son miembros del Cuerpo. La primera, es una invitación a la reprensión personal y privada (Mt. 18:15), donde el agraviado amonesta a aquella persona quien suscito la falta, con la intención de corregirlo, y que este pueda tornar a un comportamiento que honre al Señor. Una iglesia bíblica centrada en el corazón del evangelio busca pronta recuperación de alguno de sus miembros que haya cometido algún pecado;
La iglesia de Cristo no condena, restaura.
Ahora bien, si el autor de dicha falta no atiende y menosprecia la primera amonestación, se presenta una segunda instrucción, esta es la de tomar uno o dos hermanos (Mt 18:16) en la fe para dar fiel testimonio de la situación, recordemos que está era una ordenanza establecida en la ley (Deut.19:15b). Como dice Miguel Núñez en su libro “Una Iglesia conforme al corazón de Dios”: Hacerse acompañar de otras personas tiene dos propósitos: a) ayudar a clarificar los hechos y b) aumentar la presión hacia el hermano que pecó, con la intención de conseguir su arrepentimiento, siempre con el deseo de que la persona no tenga que sufrir luego mayores consecuencias.
Se debe duplicar el esfuerzo al buscar persuadir al hermano para que abandone su pecado, dicha persuasión se rige bajo los parámetros bíblicos y la oración.