Ellos razonaban entre sí, “si decimos, del cielo, Él nos dirá, ¿Por qué, entonces no creísteis? ¿Pero si decimos, de los hombres...? Pero temían al pueblo, pues todos tenían a Juan como un verdadero profeta. Así que, respondiendo, dijeron a Jesús: No sabemos. Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Tampoco os digo con qué autoridad hago estas cosas. (Mr. 11:31-33)
La pregunta planteada por Jesús prácticamente los ha dejado entre la espada y la pared. Negar la opinión popular de que Juan era un verdadero profeta habría tenido graves y hasta fatales, consecuencias. Rechazar al verdadero profeta de Dios equivalía a rechazar y blasfemar al mismo Dios. 5Ya que las dos únicas alternativas eran inaceptables para los RELIGIOSOS INFLUYENTES, solo se atrevieron a responder: No sabemos. Con esta respuesta manifestaron su verdadera ignorancia entorno a los asuntos divinos, fue un trago amargo para su orgullo y egoísmo, ya que eran expertos en asuntos teológicos y sabios en debates.
El dulce knockout de Jesús fue expresado en su respuesta final: Tampoco os digo con qué autoridad hago estas cosas. Después de tres años de enseñar y realizar señales, prodigios y milagros que demostraron ampliamente que era el Mesías, ya no les daría más información. Los religiosos cavaron su propia condenación al no creer en el Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas (Juan
3:19). Aquellos que con dureza de corazón rechazan la luz finalmente serán abandonados.
Una pregunta similar a la que expresaron los RELIGIOSOS INFLUYENTES sería ¿Por qué haces esto en mi vida y quién te dio permiso de hacerlo? La respuesta es sencilla, porque es Dios y no necesita autorización de nadie. Él posee la autoridad para ejercer lo que le plazca. Lejos esté en nosotros cuestionar la autoridad del Señor, en su lugar Dios nos dé un corazón nuevo, obediente, sencillo y sujeto al Señorío de Jesús. Dios tiene toda autoridad sobre mi vida y en todo lo que existe. Lo que ha determinado según el Designio de Su Voluntad es bueno y perfecto, aun cuando desconozca los misterios en Su obrar.
Él tiene todo el derecho de hacerlo. Sean remplazadas las múltiples cuestiones a nuestro Trino Dios por un sometimiento a la Autoridad de Jesús. Quien recibe la
autoridad de Cristo en su vida, recibe Su Señorío y quien recibe su Señorío acepta totalmente Su voluntad. Dios es el autor de todas las cosas sobre las cuales tiene autoridad.
La oración de cada uno debe ser: “Enséñame a hacer tu
voluntad porque tú eres mi Dios” (Sal. 143:10).